Hoy, 04 de octubre, se celebra la fiesta de San Francisco de Asís, uno de los santos más populares para los cristianos y no cristianos. ¡És un santo para todos!
San Francisco ha ganado el cariño y la admiración de muchas generaciones, viviendo el Evangelio y presentando la pobreza, castidad y obediencia con la pureza y la fuerza de un testimonio radical, amoroso y personal. Su «fraternidad universal», se expresa en su amor por sus «hermanos» – hombres y mujeres, ricos y pobres, enfermos y sanos, fieles y pecadores, creyentes y no creyentes, todos los animales y la naturaleza – y nos revela un alma en la que Dios es indivisible, un alma alimentada por las verdades de la fe católica y entregada por completo a Cristo.

En este día, os invitamos nuevamente a visitar la sección “B.a María de la Pasión – Sus Escritos” y “Para orar” y a leer el siguiente texto, tomado de una homilía del cardenal Giovanni Battista Re, para conmemorar el 750° aniversario de la consagración de la Basílica de San Francisco de Asís.
«El gusto por el Evangelio que Francisco dio a conocer a los cristianos de su tiempo, sigue fascinando todavía y nos invita a vivirlo en su integridad. El ideal de amor vivido por Francisco con sencillez y plenitud, sigue ejerciendo igualmente a principios del tercer milenio esa llamada y atractivo que sorprendieron a Asís. Desde ese lugar de paz y oración, san Francisco continúa irradiando en el mundo su mensaje, todavía rico de enseñanza para nuestra época actual.
Su estilo de vida inspirado en el Evangelio, su compromiso en imitar a Cristo, su mensaje de hombre auténtico que supo lograr la paz con Dios, consigo mismo, con los demás, con toda la creación, tiene algo que decir a los hombres de hoy. La novedad central de san Francisco fue hacer descubrir a los cristianos de su tiempo y de épocas sucesivas el gusto por el Evangelio, vivido “sin glosa”, es decir, auténticamente, en plenitud y sinceridad, convencido de que solamente a quien se esfuerza en vivirlo en integridad, le revela la dicha perfecta, cuya fuente es Él mismo. El amor de Francisco respecto a Dios, se convierte a su vez en amor a sus hermanos y hacia toda la creación. El amor por todas las criaturas es el reflejo del amor de Francisco por el Creador.
Francisco ha querido adherirse profundamente a Cristo, imitando su vida y su muerte con tal fidelidad, que llega a ser su imagen perfecta. Ha querido seguir las huellas de Cristo y vivir como Él. Ha buscado su dicha en conquistar a Cristo, poseerle y transformarse en Él. Este fue su principal objetivo al intentar reproducir los gestos de Cristo y las escenas de su vida. Por eso, en la Navidad del año 1223, representó en Greccio el nacimiento de Cristo en belén, dando origen a la tradición de los nacimientos, tradición que sigue perdurando a través de los siglos en el continente europeo.
En lo referente a su amor por la Iglesia, Francisco tomó a la letra las palabras que le dirigió el Crucifijo de San Damián: “Vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo”. Con sus propias manos, Francisco reconstruyó y restauró los muros vacilantes de esta iglesia. Pero su mandato era mucho más vasto y exigente, y Francisco casi sin darse cuenta al principio, lo siguió con fidelidad prodigándose con sus hermanos en la reforma de la Iglesia,por la predicación y por el ejemplo, siempre en perfecta obediencia a la legítima Autoridad eclesiástica.
En tiempos de Francisco no faltaban quienes querían ser de Cristo pero sin tener a la Iglesia por intermediaria. Francisco permaneció totalmente ajeno a estos grupos y a sus ideas. Él veneraba a la Iglesia romana a quien llamaba”nuestra madre” y la consideraba regla de fe. San Francisco “reparó” la Iglesia suscitando un movimiento de reforma que tuvo y sigue teniendo una influencia benéfica sobre la vida cristiana: sin ponerse contra ella, sin ignorarla, pero permaneciendo como hijo ferviente y obediente. Por ello, la reforma aportó frutos abundantes. Sin comportarse como maestro frente a nadie, Francisco se comprometió en el camino de la imitación de Cristo pobre y crucificado. Muchos se unieron a él, deseosos de seguir este nuevo estilo de vida evangélica.
Esta lección de Francisco permanece más actual que nunca: la Iglesia no se reforma por la contestación, distanciándose de ella, pero exige la reforma de sí mismo para seguir a Cristo en pobreza y humildad, en amor y obediencia filial a la Iglesia. Igualmente el amor de Dios, llevó a Francisco a oponerse a toda forma de odio y violencia, y a difundir por la palabra y el ejemplo el respeto a todos, el amor fraterno, la sinceridad y la paz.
La sociedad de hoy, de manera más amplia que en la época de san Francisco, vive un conflicto agudo dentro de los pueblos particulares, en el campo social, económico, político y religioso. Y a escala internacional, está agredida por el fenómeno sangrante del terrorismo, de la guerra y la violación de los derechos humanos. Frente a este horizonte, san Francisco propone de nuevo a las personas particulares y a los pueblos la necesidad y urgencia de un diálogo auténtico desde la verdad, la libertad y el amor recíproco.
Que esta gran lección de respeto mutuo, de fraternidad y amor entre todos los hombres, porque han sido creados a imagen de Dios, siga hablando al corazón de cada hombre y de cada mujer de nuestro tiempo».

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